jueves, 20 de junio de 2019

EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS - El Sentido común

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EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS
El Sentido común resultó ser un best-seller. Su estilo sencillo, directo y muy dramático le ganó una enorme popularidad. Más que cualquier otro factor, produjo un necesario cambio en el pensamiento popular y convirtió la independencia en algo exigido por una cantidad suficiente de americanos como para hacerla posible políticamente. Entre otras cosas, ganó a George Washington para su causa.
Por supuesto, la cuestión era si la independencia sería posible militarmente.
Esto dependía casi totalmente de George Washington, quien estaba esperando lo único que permitiría avanzar: los cañones de Ticonderoga.
Había puesto la responsabilidad de llevar esos cañones sobre los hombres de Henry Knox (nacido en Boston el 25 de julio de 1750). Knox era librero de profesión y había aprendido mucho sobre el aspecto técnico de la artillería en los libros con que comerciaba. Había estado presente en la matanza de Boston, se había incorporado a la milicia, cuando ésta se formó, estaba ahora en el Ejército Continental y llegó a ser uno de los más íntimos amigos de Washington.
Era lo más cercano a un experto en artillería que había en el ejército, por lo que Washington lo envió a Ticonderoga a por esos cañones. La distancia era de 270 kilómetros en línea recta, pero de 500 kilómetros por caminos transitables.
Mientras esperaba, Washington recibió el nuevo año de 1776 desplegando una nueva bandera sobre su cuartel general. Llevaba las trece franjas rojas y blancas que hoy nos son familiares, una por cada colonia. Pero en la parte superior izquierda aún estaba la Unión Jack (la bandera del Reino Unido), formada por las cruces de San Jorge y San Andrés, los santos patronos de Inglaterra y Escocia, respectivamente, y el conocido símbolo de Gran Bretaña.
En el invierno (y ayudado, más que obstaculizado, por la nieve) Knox arrastró esos cañones. El 24 de enero de 1776, cincuenta y cinco piezas de artillería, con un peso medio por pieza de más de una tonelada, lograron entrar en las líneas americanas.
El 4 de marzo, Washington colocó esas piezas de artillería en las alturas de Dorchester, que Howe había dejado, imprudentemente, sin ocupar. Desde esa ventajosa posición, los americanos podían bombardear cualquier punto de Boston y casi cualquier barco que estuviese en el puerto.
Howe se percató del peligro y, no habiendo sido capaz de prevenirlo, planeó ahora un asalto contra la artillería. Fue retrasado por fuertes lluvias y, cuando el tiempo se despejó, los americanos parecían demasiado bien atrincherados y Howe había tenido tiempo de acordarse de Bunker Hill.
Decidió que Boston se había vuelto demasiado peligrosa para permanecer en ella y, el 17 de marzo, evacuó la ciudad, llevando a todos los soldados a los barcos del puerto. Luego zarpó para Halifax, en Nueva Escocia, el 26 de marzo.
En poco menos de un año desde los días de Lexington y Concord, los británicos habían perdido Nueva Inglaterra, y de manera permanente. Después de la partida de Howe, los británicos nunca volvieron, y desde ese día hasta hoy Massachusetts nunca oyó el paso de un ejército hostil.
La evacuación de Boston fue justamente considerada una gran victoria para los americanos, pero en definitiva constituyó una medida juiciosa por parte de los británicos.
Nueva Inglaterra era la parte más densamente poblada y más rabiosamente radical de las colonias, y todo intento de tomarla por la acción militar directa habría sido costoso y difícil. Había estrategias mejores. Por ejemplo, Nueva Inglaterra podía ser aislada de las otras colonias y luego ser sometida por hambre. En las colonias que no formaban parte de Nueva Inglaterra los sentimientos de rebelión eran mucho más débiles y éstos, posiblemente, podían ser sofocados, para luego golpear a gusto a Nueva Inglaterra.
Los americanos probritánicos eran llamados «leales» por los británicos y por sí mismos, y se los encontraba principalmente (aunque no exclusivamente) entre las clases propietarias. Según algunos cálculos, un tercio de la población americana era leal, mientras que otro tercio era indiferente a las cuestiones políticas y solamente trataba de vivir lo mejor posible. Sólo el tercio restante lo constituían los «rebeldes» activamente empeñados en el conflicto con Gran Bretaña. En realidad, en las colonias medias, los leales eran mayoría.
Para sí mismos, por supuesto, los rebeldes eran «patriotas», mientras que los leales eran «tories», nombre dado al partido británico que defendía los poderes y las prerrogativas del Rey.
La Guerra Revolucionaria, pues, fue tanto una guerra civil como una guerra de liberación nacional. Hasta en Nueva Inglaterra había leales, y miles de ellos fueron llevados de Boston cuando la evacuación británica. Temían por sus vidas si permanecían en la ciudad, y tal temor probablemente era justificado.
Los leales fueron muy útiles para los británicos durante toda la guerra. Muchos de ellos servían como agentes de espionaje entre los americanos. Otros, hasta unos 30.000, servían en las filas británicas. Su ayuda podía haber sido decisiva, pero los británicos siempre vacilaron en utilizar sus servicios a fondo. Si los británicos hubiesen aplastado las rebeliones con la importante ayuda de los leales, éstos, una vez hechos con el dominio de las colonias, podían haber pedido, como recompensa, esas mismas
concesiones que los británicos negaban a los americanos en armas contra ellos.


Fuente:  EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS
1763 – 1816
ISAAC ASIMOV

II. LA ÉPOCA DEL PRESIDENTE JACKSON. EL TESTIMONIO DE TOCQUEVILLE

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