jueves, 9 de febrero de 2017

HISTORIA de ESTADOS UNIDOS II. LA ÉPOCA DEL PRESIDENTE JACKSON. EL TESTIMONIO DE TOCQUEVILLE

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HISTORIA de ESTADOS UNIDOS
II. LA ÉPOCA DEL PRESIDENTE JACKSON. EL TESTIMONIO DE TOCQUEVILLE
Nociones generales
• 1825-1850 Sacudida democrática, simbolizada por Andrew Jackson, una verdadera revolución social, intelectual y humanitaria
• El partido Federalista (Federalist party) estaba muerto, aunque vivían sus ideas: gobierno ilustrado y
participación de los líderes comerciales en el gobierno
• En 1824 ganó Adams frente a Jackson (decidió el Senado) y en 1828 Jackson (Democratic Republican)
obtuvo una abrumadora mayoría, con la que se sintió autorizado para influir en la legislación.
• Spoils system (reparto de cargos entre sus seguidores)
• Política india de Jackson: “Tratados” que desplazaban a los indios, éxodo trágico, dos guerras indias.
• Pánico de 1837: la peor depresión ocurrida hasta entonces
• Algunos miembros del Democratic-Republican Party fundaron el Whig Party
• Florecimiento del utopismo (reformar la sociedad y las relaciones de los hombres entre sí)
• El peso demográfico del Norte aumenta respecto al Sur (Independencia: 52 % frente a 48 %). Seguirá aumentando hasta la Guerra Civil: Norte = 18,9 millones, Sur = 9 millones, Estados fronterizos = 2,5 millones)
• Problema negro. Underground Railroad (para ayudar a escapar a los esclavos al Norte). Abolicionismo
• Comienzo de las asociaciones obreras (Norte). Sindicatos locales. Jornada de 10 horas
• Extensión y generalización de la educación. El “public high school” se convierte en una institución
estándar. Comienza la coeducación
• Feminismo
• El internamiento de larga temporada en prisiones sustituye a los azotes y la mutilación
18. EN LA CABAÑA DE UN PIONERO
La campanilla que los pioneros cuelgan del pescuezo de su ganado para localizarlo en los bosques nos anunció desde lejos la cercanía de la estancia y no tardamos en oír el ruido del hacha abatiendo los bosques de la floresta. A medida que nos acercamos, huellas de destrucción nos anuncian la presencia del hombre civilizado.
Numerosas ramas cortadas cubren el camino; encontramos a nuestro paso troncos medio calcinados por el fuego o mutilados por el hacha todavía en pie. Continuamos nuestra marcha y llegamos a un bosque en el que todos los árboles parecen haber sido víctimas de una muerte repentina; en pleno verano ofrecen una imagen de invierno. Al examinarlos de cerca, observamos que se ha trazado en su corteza un profundo círculo que, deteniendo la circulación de la savia, no ha tardado en causarles la muerte. Se nos informa de que efectivamente es por ahí por donde empieza el pionero generalmente. Al no poder cortar el primer año todos los árboles que guarnecen su nueva propiedad, siembra maíz bajo sus ramas, las cuales, muerto el árbol, no producen ya sombra que perjudique la cosecha. Después de este campo desbastado a medias, primer paso de la civilización en las tierras deshabitadas, descubrimos de repente la cabaña del propietario...
Como se acercaba la noche, decidimos pedir albergue al propietario de la log-house. Al ruido de nuestros pasos, los niños, que jugaban retozando por el suelo del bosque, se levantan precipitadamente y huyen hacia la casa, como asustados ante la vista de un hombre, mientras dos grandes perros semisalvajes de orejas erectas y hocico alargado salen de la cabaña gruñendo y se apresuran a cubrir la retirada de sus jóvenes amos. El pionero aparece a la puerta de su vivienda, nos lanza una mirada rápida y escrutadora y hace una seña a los perros para que entren en la casa; les da él mismo el ejemplo sin mostrar señales de que nuestra presencia excite su curiosidad o su inquietud.
Entramos en la cabaña. El interior no recuerda en nada las cabañas de los campesinos de Europa, pues aquí se encuentra más de lo superfluo y menos de lo necesario.
Hay una sola ventana, de la que cuelga una cortina de muselina; sobre un hogar de barro chisporrotea un gran fuego que ilumina todo el interior del edificio. Encima de ese hogar, hay una buena carabina rayada, una piel de gamo y plumas de águila; a la derecha de la chimenea se extiende un mapa de los Estados Unidos que el viento levanta y agita al introducirse por las rendijas de la pared. Cerca de ese mapa, sobre un estante formado por una tosca tabla, descansan varios volúmenes entre los que descubro la Biblia, los seis primeros cantos de Milton y dos dramas de Shakespeare. A lo largo de las paredes hay baúles en lugar de armarios. En el centro se encuentra una mesa toscamente trabajada, cuyas patas, de madera todavía verde y sin despojar de su corteza, parecen brotar del mismo suelo. Sobre esta mesa veo una tetera de porcelana inglesa, cucharas de plata, algunas tazas desportilladas y periódicos...
Cuando el pionero se apercibe de que franqueamos el umbral de su morada, se acerca a nosotros y nos tiende la mano según la costumbre, pero su fisonomía continúa rígida. Es él quien toma primero la palabra para interrogarnos sobre lo que pasa por el mundo y, cuando ha satisfecho su curiosidad, se calla, como fatigado por la molestia y el ruido. Ahora somos nosotros los que le hacemos preguntas y el pionero nos da toda la información que necesitamos, ocupándose seguidamente, sin gran solicitud aunque con diligencia, de proveer a nuestras necesidades. ¿Por qué las atenciones que nos prodiga no despiertan en nosotros un sentimiento de gratitud? Porque este hombre ejerce la hospitalidad como si se sometiese a una penosa exigencia de su fortuna y viera en ello un deber que le impone su posición, no un placer.
Al otro lado de la chimenea está sentada una mujer que mece a un niño en su regazo; sin interrumpirse, nos saluda con un movimiento de cabeza... Sus hijos se agrupan en torno suyo... La casa habitada por los emigrantes no tiene separación interior ni granero. Toda la familia se cobija de noche en su única habitación.
Esta estancia forma por sí sola como un pequeño mundo; es el arca de la civilización perdida en un océano de espesura. Cien pasos más allá, el bosque eterno extiende su sombra a su alrededor, y empieza de nuevo la soledad. (Tocqueville, La democracia en América, “Notas” de su diario de viaje, libro 2º)
Comentario. He ahí la personalidad del pionero: alfabetizado, individualista, lector de la Biblia y de periódicos, con una mentalidad quizá nacionalista, sin arraigo con la tierra de la que saca beneficio, sin preocupación por utilizar métodos de cultivo respetuosos con la naturaleza, con un perfil moral voluntarista... “Huellas de destrucción anuncian la presencia del hombre civilizado”, el hombre moderno. Sin embargo, el bosque “eterno”, que tenía dueños, los indios, estaba en vías de ser talado.

Fuente: HISTORIA de ESTADOS UNIDOS
Selección de textos y notas por Jesús M. Sáez
Alicante, 2014

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