miércoles, 11 de mayo de 2016

EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS- El 7 de octubre de 1763, una proclama real

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El 7 de octubre de 1763, una proclama real estableció una frontera occidental a lo largo de las cadenas de los Apalaches más allá de la cual no podían crearse colonias.
Fue esto, más que cualquier otra cosa, lo que rompió la coalición de Pontiac y trajo la paz.
Mas para los americanos, la «Línea de la Proclama» era algo abominable. Su efecto era confinarlos a la llanura costera, exactamente donde habían estado confinados antes de 1763 por los franceses. ¿De qué servía (pensaban los americanos) la derrota de los franceses?
Incansablemente, los americanos presionaron contra la Línea de la Proclama y aprendieron a ignorar, y por ende a despreciar, las leyes promulgadas en Gran Bretaña.
Los colonos occidentales, los especuladores con tierras, los tramperos que negociaban con pieles, todos aprendieron a ver en el gobierno británico a un enemigo que se ponía de lado de los indios.
En Virginia, la más antigua y populosa de las colonias, el hambre de tierras de los grandes propietarios de plantaciones era particularmente marcada. Habían deseado colonizar el valle del Ohio que fue la causa inmediata de la última guerra con los franceses, y muchos de ellos, pese a sus vínculos con la cultura inglesa, se volvieron cada vez más antibritánicos.
Pero los americanos más prósperos e influyentes eran los comerciantes de las ciudades costeras y particular mente de Nueva Inglaterra, hombres que habían hecho fortuna con el comercio marítimo con las Antillas y con Europa. Si Gran Bretaña hubiese conseguido mantener su lealtad, el descontento podía haberse conservado dentro de ciertos límites. Los americanos más conservadores podían haber mantenido a raya a los granjeros y hombres de la frontera mal organizados.
El fracaso en conseguirlo fue el mayor error táctico de Inglaterra.
Durante cien años, Gran Bretaña había tratado de regular el comercio americano de tal modo que los manufactureros y terratenientes británicos pudiesen beneficiar se con él. (Según las normas de la época, esto parecía racional a los británicos. El territorio en el que vivían los americanos había sido ocupado y colonizado por iniciativa británica.
Había sido la armada británica y la fuerza de las armas británicas las que los habían protegido continuamente, primero contra los neerlandeses y los españoles, y luego contra los franceses. Puesto que los americanos existían y prosperaban gracias a la generosidad de Gran Bretaña, ¿por qué no debían ofrecer alguna compensación a cambio?
Era casi como si Gran Bretaña considerase que los americanos habían alquilado su vasto territorio a la madre patria, y esperase de ellos que pagasen gustosamente el alquiler.
Para los americanos, desde luego, las cosas eran diferentes. Las colonias habían sido creadas por hombres que habían llevado a cabo la tarea con muy escasa ayuda del gobierno británico, y en algunos casos porque habían sido expulsados de sus hogares por la persecución religiosa.
También pensaban los americanos que habían defendido sus tierras contra los indios, los neerlandeses, los españoles y los franceses sin mucha ayuda de la madre patria. Sólo en la última guerra Gran Bretaña, viendo amenazados sus intereses en Europa y Asia, se había decidido a intervenir de manera vigorosa, y aun entonces los americanos habían ayudado enormemente.
Por ello, cuando los británicos trataron de controlar la industria y el comercio americanos de modo tal que el dinero fuese a parar a los bolsillos de los comerciantes y terratenientes británicos, los americanos pensaron que esto era injusto.
Los comerciantes americanos respondieron efectuando un comercio ilegal con otros países, o realizando el comercio sin pagar derechos de aduana o hurtando de otros modos a Gran Bretaña el dinero que trataba de recaudar. Los americanos no consideraban que violaban la ley, sino que ignoraban restricciones injustas y tiránicas.
Fue a causa de las restricciones al comercio y el contrabando por lo que los comerciantes de Nueva Inglaterra y las ciudades marítimas se volvieron cada vez más antibritánicas.
El nuevo rey
Retrospectivamente, vemos que los británicos podían haber manejado las cosas más sabiamente. Si se hubiese permitido a los americanos autogobernarse en cierta medida y si se hubiera permitido que los americanos más influyentes compartiesen los beneficios, por su propio acuerdo los americanos habrían entregado a los británicos más dinero del que Gran Bretaña podía obtener mediante la coerción.
A las circunstancias que contribuyeron al fracaso británico en comprender esto se agregó el hecho de que subiese al trono un nuevo rey, un rey que, por desgracia, no estaba precisamente a la altura de los tiempos.
El 25 de octubre de 1760, el rey británico, Jorge II, murió después de un reinado de treinta y tres años durante los cuales los dominios británicos de ultramar aumentaron mucho. En verdad, sólo a partir de este reinado podemos hablar verdaderamente del «Imperio Británico».
Su hijo Federico, que hubiera sido el heredero al trono, había muerto en 1751.
Fue el hijo de Federico, quien tenía veintidós años en el momento de la muerte de su abuelo, quien sucedió a éste con el nombre de Jorge III.
El nuevo rey no era muy brillante. No aprendió a leer hasta los once años y, más tarde, se volvió loco. Nunca tuvo realmente confianza en sí mismo y, como sucede a veces, convirtió esto en obstinación. Nunca pudo admitir que estaba equivocado, de modo que persistía en su modo de actuar hasta mucho después de que fuese claro para todo el mundo que lo que hacía producía el efecto contrario de los resultados que buscaba.
Jorge III no era un tirano. Era un hombre moral, que amaba a su familia y llevaba una vida en un todo respetable, con su esposa y sus hijos. Hasta era amable en ciertos aspectos y, ciertamente, como ser humano era mucho mejor que los dos Jorges
anteriores.
Fuente: Isaac Asimov El Nacimiento De Los Estados Unidos (1763 – 1816) - 1 -
EL NACIMIENTO DE LOS ESTADOS UNIDOS
1763 – 1816
ISAAC ASIMOV
Título original: The Birth of the United States 1763-1816
Traductor: Néstor Mínguez
Primera edición en «El Libro de Bolsillo»: 1983
Tercera reimpresión en «El Libro de Bolsillo»: 1994
© 1974 by Isaac Asimov
© Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1983, 1984, 1990, 1994
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